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martes, 30 de octubre de 2012

NO SON SUICIDIOS, SON ASESINATOS



         
         Desde hace muchos años, existía un acuerdo tácito en la prensa de no informar de suicidios a fin de no favorecer actos de mimetismo; no obstante estos tipos de acuerdos solo se pueden cumplir cuando se trata de casos aislados o muy separados en el tiempo, poco numerosos y de poca o nula repercusión social. En cambio cuando los porcentajes de suicidios se incrementan en muy poco espacio de tiempo no existe forma humana de que la noticia no trascienda a los medios de comunicación.

            Este es el caso actual, donde en los cuatro días que median desde el 23 al 27 de Octubre del presente año 2012 tres personas se han suicidado o han intentado hacerlo en nuestro país: la primera de ellas en Las Palmas de Gran Canaria, la segunda, que se encuentra en estado muy grave, en Valencia  y la última en Granada, siendo la causa de todos estas terribles autolisis los inmediatos desahucios que iban a padecer.

            En estos casos recientes se habla con ligereza de suicidio ignorando que el suicidio es un acto libre y deliberado por el que un individuo pone fin a su vida, es decir, para que exista un suicidio se exige, como requisitos “Sine Qua Non”, la concurrencia de libertad y deliberación, sin las cuales no existe suicidio propiamente dicho, sino otra cosa.

            Evidentemente, en los últimos casos que han aparecido en los medios de comunicación y que tienen su origen en los desahucios no podemos ni debemos hablar de suicidios ya que no se ha tratado de actos libres sino forzados por unas particulares situaciones económicas derivadas de una situación social general ocasionada por la gestión política del país, es decir, en todo caso estamos ante “suicidios forzados”.

            Cuando una colectividad humana localizada en una zona geográfica concreta de mayor o menor extensión ve reducirse drásticamente su calidad de vida por la aparición de todo tipo de escaseces, la modificación de las condiciones sociales y laborales que les llevan a una pérdida de poder adquisitivo y/o la reducción de todo tipo de derechos fundamentales surge la desesperación y fruto de la misma la tendencia a la autodestrucción. No obstante estas tendencias suicidas no nacen libremente en el seno del individuo fruto de una previa deliberación sino que le son impuestas por una realidad injusta en cuya creación poco o nada ha tenido que ver el futuro suicida; es decir, son unos elementos exógenos al individuo los que le fuerzan a tomar la decisión por lo que no cabe hablar de suicidio más que si se tratase de una situación en la que una persona dispara a otra en la cabeza ya que de ofrecerle una alternativa plausible lo más seguro es que jamás optase por la propia muerte.

            En no pocos casos, los suicidios no se deben solo a un intento de escapar de una realidad impuesta, sino también al deseo de no querer saltarse el límite moral que supone el dañar a otro. Y es que efectivamente, cuando a una persona (o colectividad) se la lleva a una situación de total falta de garantías y de seguridad para el futuro además de imponerle unas condiciones de vida extremas, se la está forzando a tomar uno de estos dos caminos: o la propina eliminación o la eliminación de la persona o personas que le están imponiendo ese estado de cosas. Como la segunda opción supone, evidente y claramente, una muerte homicida ejecutada seguramente contra la presunta autoridad que en último caso hace valer las condiciones extremas (ni siquiera contra el causante último del mal), no pocos individuos prefieren suicidarse antes que cargar sobre sus conciencias una muerte ajena.

            Otro extremo a considerar en estos casos de “Suicidios” en las personas que se enfrentan a un proceso de desahucio al que llegan fundamentalmente por una grave situación económica detrás de la cual se encuentra un prolongado desempleo, es la influencia que en la trágica decisión tiene la falsa creencia de que los seguros de vida contratados junto con la hipoteca y que contemplan el pago de la misma en caso de fallecimiento del asegurado, servirán para liquidar sus deudas hipotecarias y así librar de un mayor quebranto económico a sus familias ignorando que el suicidio exime a la compañía aseguradora de pago de cualquier indemnización.

            Así pues, los supuestos casos de suicidio que han saltado a los medios de comunicación recientemente son, en realidad “Suicidios Forzados”. Son suicidios impuestos a las personas que los han ejecutado por circunstancias ajenas a su libre voluntad por lo que no cabe hablar de “Suicidios” sino, más bien, de verdaderos actos de asesinato u homicidio ya que un estado y unas instituciones que no garantizan la seguridad, la prosperidad y el bienestar de todos sus ciudadanos, no solo están olvidando su finalidad, sino que además están atentando contra la existencia misma de su pueblo y cometiendo un delito masivo.

miércoles, 24 de octubre de 2012

¡GORA EUSKAL HERRIA!



            El pasado sábado en un debate sobre los recortes en educación que tuvo lugar en el programa “El Gran Debate” emitido por la cadena Tele5 surgió, fuera del ámbito propio del tema que se trataba, una discusión entre la periodista Isabel Durán y el representante del Sindicato de Estudiantes en la que la primera pretendía atacar al segundo alegando que en la página web del mencionado sindicato se utilizaba la palabra Euskal Herria para referirse al País Vasco y que este vocablo era propio y exclusivo del lenguaje de la izquierda Abertzale demostrando una clara ignorancia que, si es comprensible en un imberbe educando, es inexcusable en una persona madura que pretende tener cierta autoridad intelectual y pedagógica.

            Desde luego muchos han sido los términos que se han utilizado a lo largo de la historia para referirse al País Vasco (Vascongadas, Provincias Francas, Vasconia…) pero ninguno refleja más exactamente su identidad ni resulta más hermoso que el vocablo “Euskal Herria”. La denominación de “Euskal Herria” es la más antigua de todas los nombres que ha recibido el país de los vascos encontrándose documentada por primera vez en 1564 en el manuscrito de Juan Pérez de Lazarraga escrito como “eusquel erria” y “euskel erriau”, significando textualmente “Tierra de los Vascos” o “Tierra Vasca”.

            Cultural, histórica y geográficamente hablando es innegable e incuestionable que “Euskal Herria” es un territorio que abarca las actuales provincias de Álava, Vizcaya, Guipuzcoa y Navarra en España y las demarcaciones de Baja Navarra, Lapurdi y Zuberoa en el Departamento francés de los Pirineos Atlánticos.

            De todo esto resulta que el término “Euskal Herria” es sobre todo una denominación geográfica muy anterior al novedoso término “Euzkadi” cuyo uso parece haberse generalizado en la actualidad para referirse al País Vasco. El término “Euzkadi” es un neologismo inventado en 1896 por Sabino Arana que consideraba que la raíz “Eusk” era en realidad “Euzk” por lo que crea el prefijo “Euzko” al que une posteriormente el sufijo “di”. El sufijo “di” en euskera indica pluralidad o abundancia de algo, aunque no puede o no debe aplicarse a una colectividad humana, por lo que “Euzkadi” podría traducirse textualmente como “pueblo vasco” o incluso como “raza vasca” máxime si se considera que en la creación de la palabra “Euzkadi” tuvo enorme influencia la creencia mítica de que los antiguos vascones adoraban al Sol del que creían ser hijos.

            En realidad, desde sus orígenes, el término “Euzkadi” siempre ha tenido una clara significación y utilización política por parte del nacionalismo vasco aranista, cosa esta que jamás ha tenido el término “Euskal Herria” el cual, etimológica y lingüísticamente hablando, es más correcto y políticamente neutral.

            De hecho, la utilización del término “Euskal Herria” para referirse al País Vasco entre los no nacionalistas vascos fue generalizada hasta que, en los primeros años de la llamada “transición democrática”, se impusiera en las negociaciones políticas el termino “Euzkadi” por exigencia del nacionalismo vasco y se extendiera su uso gracias a su propagación por todos los medios de comunicación (incluso por aquellos localizados fuera de Euskal Herria y de tendencia claramente conservadora y no nacionalista vasca) consiguiendo así la implantación y aceptación social de dicho vocablo.   

            La utilización generalizada del término “Euskal Herria” por los no nacionalistas queda histórica y literariamente demostrada encontrándose esta palabra, entre otros textos, en las conocidas canciones “Aio Euskal-Herriari” (“Adiós Euskal Herria”) y “Ara Nun Diran” (“Mira Donde Están”) del famoso vate vasco José María Iparraguirre y en la canción “Oriamendi”, himno que es de los carlistas, cuya letra original en vasco reza así:

“Gora Jainko maite maitea
zagun denon jabe.
Gora España ta Euskalerria…”

            A este respecto, es de indicar que mucho antes de que existieran partidos “Abertzales” y se hablara de la “territorialidad de Euskal Herria” los carlistas ya reconocían dicha unidad territorial como demuestra la medalla acuñada el 25 de Julio de 1909 con motivo de la fiesta regional carlista celebrada en Zumárraga y cuya fotografía encabeza el presente artículo y en la que se puede ver que el ámbito territorial de esa “fiesta” engloba a Navarra, Álava, Vizcaya y Guipúzcoa. Igualmente es de recordar que los carlistas como defensores de la plurinacionalidad de las Españas en general y de las libertades vascas en particular fueron los fundadores de la sociedad “Euskal Herria” para la reintegración foral, cuyos miembros eran conocidos por el nombre de  “Euskalerriacos” (1) y calificados de “enemigos de Bizkaya” por Sabino Arana.

            La animadversión demostrada por la periodista Isabel Durán al vocablo “Euskal Herria” nace, no solo de una ignorancia a la que no tiene derecho, sino también de una cierta malevolencia, tal vez porque en muchas tertulias televisivas en las que participa la señora Durán (y no me estoy refiriendo precisamente al “Gran Debate” de Tele5) el único término aceptable para referirse al País Vasco sería el de aquel de “Provincias Traidoras” que se inventó el general en superlativo que gobernó en España por gracia de sus imperiales narices.







            (1) Los “Euskalherriacos” (miembros de la sociedad fuerista “Euskal Herria”) eran defensores de los fueros vascos y a finales del siglo XIX y principios del XX eran liderados por Fidel de Sagaminaga y Ramón de la Sota, famoso empresario naviero que posteriormente se integraría en el Partido Nacionalista Vasco. 

miércoles, 17 de octubre de 2012

LA DEUDA ESPAÑOLA, LA PRIMA DE RIESGO Y LOS ACREEDORES



            Con motivo de la aprobación por el gobierno de los Presupuestos Generales del Estado muchos han sido los comentarios que ha generado el hecho de que la cuarta parte de los mismos esté destinada al pago de intereses de la enorme deuda externa contraída por los diferentes gobiernos en nombre y representación de España. Lo que agrava más el tema es que uno de cada cuatro euros que el estado tiene previsto ingresar en el año 2013 va destinado exclusivamente al pago de intereses no a la amortización de la deuda por lo que ésta seguirá generando sucesivos intereses en los próximos años y lastrará la economía española durante décadas.

            Por otra parte, el Estado con la venta de bonos y obligaciones a diez años en los mercados internacionales continúa adquiriendo nuevas deudas, que a su vez generan nuevos intereses, para poder hacer frente a los gastos corrientes como son las pensiones, los subsidios por desempleo, el pago de empleados públicos, el mantenimiento de determinados servicios, etc…

            La ingente cantidad de deuda adquirida así como la situación política y económica general de España hace que la llamada prima de riesgo se haya disparado hace meses ocasionando la perdida de credibilidad de los compradores de bonos y obligaciones del estado que, a su vez, ha provocado el incremento de los tipos de interés que España tiene que pagar a dichos compradores.

            Así pues la situación que se ha generado en nuestro país viene a ser la siguiente:

            Si un individuo tiene un patrimonio de 2.000, unas rentas anuales de 1.000 y un gasto corriente anual (comida, vivienda etc...) de 600. Tiene una economía sana y saneada y no se puede decir que tenga problemas económicos.

            Ahora bien, si ese individuo, por las razones que sea, adquiere una deuda de 1.500 que le generan unos intereses anuales de 800, resulta que tendrá que dedicar 800 euros de su renta anual a pagar esos intereses por lo que solo le quedaran 200 para hacer frente a sus gastos corrientes.

            Como con 200 ese individuo no tiene suficiente para hacer frente a los gastos corrientes anuales tiene el siguiente abanico de posibilidades:

            a) Recortar los gastos corrientes, lo que significa que tendrá necesidades básicas que no podrá cubrir con el resultado de su empobrecimiento e incluso su extinción por consunción a largo o medio plazo. Esta es la explicación a los recortes que ha realizado el ejecutivo español.

            b) Liquidar parte del patrimonio (1.500) y pagar el principal de la deuda (1.500) con lo cual su patrimonio pasará a ser de 500 por lo que verá reducirse su renta anual en la parte de la misma que ese patrimonio le generaba. El resultado sigue siendo su empobrecimiento con la consecuencia añadida de tener que acudir, a corto o medio plazo, a una mayor financiación externa ya sea en la forma de adquirir nuevas deudas económicas o en la forma de adquirir compromisos que supondrán pérdida de independencia (este es el caso de los hijos que piden prestado a los padres para pagar su hipoteca o que regresan a la casa paterna tras una fallida independencia). El gobierno actúa así cuando “privatiza” o vende activos públicos como edificios, infraestructuras y empresas públicas con la finalidad de obtener liquidez y proceder a diversos pagos.

          
  c) Aceptar que la deuda que ha adquirido ES IMPAGABLE y decidirse a NO PAGARLA. No es que el individuo no quiera pagar, es simplemente.... que le resulta imposible de pagar a no ser que, a largo o medio plazo, se extinga por consunción.

            Considerando que la deuda adquirida por la casta política en nombre y representación de los españoles resulta matemática y materialmente imposible de pagar, surge la pregunta de por qué el Estado no solo no reconoce este extremo, sino que además continúa endeudándose cada vez más.

            La respuesta a esta cuestión es muy sencilla: el estado español sigue endeudándose por dos motivos: a) Porque requiere de financiación externa para poder hacer frente a sus gastos anuales mas elementales y b) porque sigue encontrando personas o instituciones que están dispuestas a prestarle dinero aunque a un interés cada vez más elevado. Ante esto surge una nueva pregunta, ¿Cómo es posible que haya personas e instituciones dispuestas a prestar dinero o a adquirir los bonos y obligaciones españoles cuando ya resulta de una claridad meridiana que la deuda española no se podrá pagar?.

            La respuesta se encuentra en que la deuda española es pura y simplemente especulativa, o dicho de otro modo, es similar a una apuesta en una carrera de caballos. Así en cada emisión de nueva deuda pública (por medio de bonos y obligaciones) el interés se incrementa a causa del riesgo existente de no recuperar lo prestado, pero no obstante, considerando el elevado interés impuesto y que éste se paga cada año o cada seis meses el acreedor sabe también que en tres o cuatro años tendrá amortizada sobradamente la cantidad prestada y empezará a ganar dinero. Así pues, a todos los acreedores de España, les interesa que esta resista, que haga todos los máximos recortes en el interior del país y que no se declare en quiebra porque de esta forma cada año que pasa tendrán más posibilidades de recuperar lo prestado e incluso de ganar algo.   

            Como se ha dicho antes, los compradores de deuda publica española están actuando como puros y simples especuladores que recuperaran lo prestado o no y obtendrán grandes beneficios o no, dependiendo de lo que España tarde en reconocer su dramática situación y declarar que no puede pagar la deuda. Evidentemente, aquellos acreedores que compraron deuda publica española hace nueve o dieciocho años, en estos momentos, auque no hayan recibido aun el pago del capital prestado, ya han recuperado dicho capital porque durante todo este tiempo han estado cobrando magros intereses, que equivalen a más de lo que prestaron. El problema lo tendrán aquellos que han comprando deuda publica española recientemente o que la compren en el futuro porque aún no llevan el tiempo suficiente cobrando los exorbitantes intereses como para haber cubierto siquiera el principal prestado.

            No obstante es de considerar claramente que la actual deuda que ahoga a España y a los españoles, a parte de no haber sido adquirida por los ciudadanos sino por la casta política española y con indiferencia de si es "odiosa" (toda deuda es odiosa) o amada… resulta IMPOSIBLE DE PAGAR. Pero recordemos que la culpa en la adquisición de deudas impagables no las tiene solo el deudor que irresponsablemente pide y pide, sino también el acreedor que, asumiendo conscientemente el riesgo a cambio de la percepción de unos tipos de interés cada vez más elevados, sigue dando y dando. Por lo tanto no debería suponer ni generar ningún problema ético o moral que España, atendiendo a sus intereses y a la situación de su población, decidiera dejar de pagar esta deuda cuanto antes.

martes, 9 de octubre de 2012

ENTRE EL SILECIO Y LA PALABRA



         ¿Qué fue primero el silencio o la palabra?. ¿Acaso no es la palabra más que un interludio entre dos orillas de silencio?.¿Puede oír la palabra quien no es capaz de percibir el silencio?. Sin la escucha, la palabra quedaría vacía, reducida a puro monólogo, a un bla, bla, bla..., sin eco. La palabra es mucho más que el ruido, rompedor del silencio. La palabra entraña la intención del hablante, de quien quiere comunicar. El ser humano es tan “faber” como “ loquens”, tan manos como lengua, tan manipulador de la materia como transmisor de ideas.

         De siempre, la palabra ha servido para nominar, para dar nombre a entes de cualquier clase. En Oriente, se pensaba que dar nombre equivalía casi a dar vida a aquello que se nombraba. Pero esta suerte de pensamiento mágico no parece haber desaparecido. En la lógica del materialismo científico, nombrar algo equivale a clasificarlo, señalar un conjunto superior del que forma parte, mostrar sus diferencias con los demás elementos del conjunto y además reseñar los subconjuntos que lo constituyen: creen que es la única manera de definirlo. Bastaría con cambiar el criterio de clasificación, para identificar el ente como si fuera distinto.  Con lo que a esta lógica se les escapa tanto la singularidad individual como la interconexión total de la realidad. Ya que todos los seres, sobre todo los humanos, somos nudos de relaciones, de manera tal que sólo una forma holística, es decir global, totalizante, de razonar se acerca más certeramente a la realidad.

         Podemos emplear la palabra bien o mal. Puede servirnos para favorecer al prójimo o para perjudicarlo, para alegrarlo o para entristecerlo, para sanarlo o para herirlo. Es un instrumento de paz y desgraciadamente, muchas veces de guerra. Sirve tanto para unir corazones como para sembrar discordias. Se puede decir bien, bendecir, y decir mal, maldecir. De ahí, la  advertencia ética del dicho judío: es preferible ser un maldito que el que maldice.

         Además del lenguaje verbal, existe el corporal. Con el cuerpo básicamente “NOS” comunicamos, con el habla podemos comunicar ideas. ¿Quiénes se han irrogado el monopolio de la palabra pública y han reducido a los demás al silencio?. Los detentadores del poder, sea éste político, económico o religioso, que en muchos casos han confluido en las mismas personas. Los oprimidos, las víctimas quedaban reducidas a la mudez, salvo que usaran las voces de los amos, unas veces impuestas por la fuerza y otras, lo que es peor, haciéndolas  suyas, interiorizándolas. Así, durante largos lapsos de tiempo hasta que estallaban en gritos de revueltas y rebeliones, alzando nuevas palabras de liberación. La mayor parte de las veces, estos motines fracasaban, ahogados en sangre y con cadenas aún más graves. Pero en otras, triunfaban, seguramente porque una facción de los poderosos rompía su lealtad originaria y se alineaba con los oprimidos y enarbolaba su bandera, haciendo suyas sus palabras esperanzadas. Pero al triunfar los nuevos regímenes se hicieron con el poder, quitándole la voz al pueblo y encima le decían que era la suya, pero que sólo podía ser interpretada por ellos.

         La invención de la imprenta, la escolarización obligatoria, los medios de difusión masivos, hicieron posible, junto al establecimiento de un sistema de libertades, en algunas partes del planeta, que los poderosos tuvieran más difícil ese monopolio de la palabra pública. El que sea más difícil, no significa que les resulte imposible. La concentración creciente de los medios de comunicación en pocas manos, la impotencia de los Estados nacionales ante los grandes poderes económicos, un consumismo pasivo y conformista, la ausencia de voces críticas significativas y la degeneración de la calidad educativa pueden propiciar esta mudez creciente de las poblaciones dentro de estas democracias meramente formales, donde los ciudadanos son contados en la hora de depositar sus votos, para no contar luego para nada.

         No podemos tampoco olvidar que en los sistemas patriarcales la palabra pública es cosa de varones. La mujer debe callar en lo externo: el ágora, el foro o la iglesia. Su campo de comunicación debe ser exclusivamente el privado. Por, eso históricamente desarrolló mucho más el lenguaje corporal y su interpretación. Hoy, las cosas están cambiando en algunos territorios y en determinados estratos sociales.  La mujer, gracias a las luchas feministas, ha de dejado de ser muda en el espacio público. Reclamó su derecho y ha empezado a ejercerlo en todos los ámbitos. Pero no hay que olvidar que en muchos casos se le niega y se castiga su osadía al intentarlo. La prefieren muda, sometida. Claro que siempre hubo mujeres rebeldes que no se doblegaron. Prefirieron alzar su voz, aunque fuera a costa de castigos, de su aislamiento. La historia, palabra escrita mayoritariamente por varones, intentó silenciarlas, invisibilizarlas, reducirlas al olvido. Claro que en los últimos tiempos se intenta, por historiadores de ambos sexos, recuperar esas memorias, no perdidas, pero sí sepultadas por losas de desprecio discriminatorio. Una de las manifestaciones de esas luchas feministas es la obsesión contra el lenguaje sexista, simbolizado en la primera persona del plural que, sobre todo en las lenguas indoeuropeas, abarca gramaticalmente tanto al femenino como al masculino. Obsesión que casa mal con el empleo por alguna de estas féminas de alusiones a atributos viriles como expresión de ciertas cualidades de las que ellas serían también portadoras. Esta contradicción es, para mí, síntoma de algo más grave: el acceso por algunas mujeres a la voz pública se ha hecho aceptando un lenguaje que incorpora los perniciosos valores de la ideología machista, el afán de dominio y la competitividad insolidaria.    

         Existe, además, otro ámbito en el que la palabra queda reducida a una minoría, como medio de ejercer su poder sobre la mayoría. Es la esfera de las religiones, en que una casta, especializada en separar lo sagrado de lo profano, se atribuye el primer carácter y pretende su intermediación forzosa entre lo trascendente y la conciencia de los fieles. Quienes no aceptan ese papel monopolista son tachados de herejes, al menos en vida, pues después de su muerte, algunos de estos disidentes fueron aclamados como preclaros creyentes. Para mantener ese poder emplearon históricamente dos armas: la amenaza de un castigo eterno en la otra vida y cuando se entrelazaban con el poder político la posible tortura, prisión o muerte. No en Occidente, pero sí en otras zonas del planeta, hay religiones que todavía pueden emplear y emplean estos argumentos persuasores.

         Reclamar este derecho a la palabra para todos y cada uno de los habitantes de este planeta es un deber inexcusable de todas las personas. ¿Como podremos llegar a serlo en su plenitud mientra haya alguien, en cualquier sitio, condenado a un  silencio forzado?.  Hay silencios de protesta que son mecanismos de lucha, pero hay otros silencios que son cómplices de injusticias. ¿Sabemos cuándo tenemos que hablar y cuándo hemos de callar?.

                                                                              Pedro Zabala 

martes, 2 de octubre de 2012

“EL PUEBLO TRAICIONADO” de Alfred Döblin



            La veterana revista “Historia y Vida” ofertaba junto con su número del mes de Septiembre del año 2012 el libro titulado “El Pueblo Traicionado” escrito por el autor alemán, nacionalizado francés, Alfred Döblin (Stettin, 10 de Agosto de1878 – 26 de Junio de 1957).

            Alfred Döblin, cuya novela más conocida es “Berlín Alexanderplatz” escribió una tetralogía histórica titulada “Noviembre 1918. Una Revolución Alemana” de la que “El Pueblo Traicionado” constituye la segunda novela.

            “Noviembre 1918. Una Revolución Alemana” esta siendo publicada por primera vez en España por la editorial Edhasa que ya ha presentado a los lectores las dos primeras novelas: “Burgueses y Soldados” y “El Pueblo Traicionado” y que próximamente publicará el resto de la tetralogía completada por las novelas “El Regreso de las Tropas” y “Karl y Rosa”.       

            En “El Pueblo Traicionado”, novela a la que dedicamos esta reseña, Döblin describe los días inmediatamente posteriores al exilio holandés del Kaiser Guillermo II y el primer mes del gobierno provisional del socialista Ebert, reflejando todas las tensiones existentes en la sociedad alemana que se debate entre el caos, la amenaza de invasión en sus fronteras orientales y occidentales, la revolución comunista y el golpe de estado.

            “El Pueblo Traicionado” al igual que toda la tetralogía y que bien pudiera subtitularse “Escenas de la Revolución Alemana” esta escrito como si se tratase de distintas escenas cinematográficas que reproducen, con constantes cambios de localización, los acontecimientos diarios en los que participan multitud de personajes históricos. Así, por la novela desfilan todos los personajes de la época: el socialista Ebert, el mariscal Hindenburg, el escritor Maurice Barres y, por supuesto, los revolucionarios Karl Liebknecht  y Rosa Luxemburgo al tiempo que se describen los  acontecimientos que ocurren simultáneamente en la ciudad alsaciana de Estrasburgo reincorporada a Francia tras el armisticio, en la ciudad alemana de Kassel, sede del Estado Mayor del Ejército Alemán y en Berlín sede del gobierno provisional germano y ojo del huracán revolucionario.

            Dentro de estos acontecimientos se reflejan las tensiones políticas entre el gobierno de Berlín y el Estado Mayor del Ejército estacionado en Kassel, la oposición revolucionaria a la constitución de una Asamblea Nacional y el reclutamiento secreto de tropas para defender las fronteras orientales alemanas y reprimir el más que previsible levantamiento de la Liga Espartaquista. Igualmente queda perfectamente descrita en la novela la situación social del pueblo alemán que padece una grave escasez de alimentos en las grandes ciudades y el ambiente de corrupción que esta escasez provoca al favorecer la aparición de “nuevos ricos” dedicados al mercado negro y al estraperlo de los productos más básicos para la población.

            La tetralogía “Noviembre de 1918. Una Revolución Alemana” de la que es autor Alfred Döblin es similar en extensión y alcance historiográfico a la magna epopeya del pueblo cosaco ya reseñada con anterioridad por este blog y titulada “El Don Apacible”, resultando de lectura obligada para todos aquellos que deseen aproximarse al conocimiento de la historia europea del siglo XX.

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