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miércoles, 24 de abril de 2013

INDEMNIZACIONES, REPARACIONES Y DEUDAS

     
Cuando el 10 de Mayo de 1871 la República Francesa y el Imperio Alemán acordaban poner fin a la Guerra Franco-Prusiana mediante la firma del Tratado de Francfort hacia casi cuatro meses que la contienda había acabado realmente y el ejército Prusiano se enseñoreaba completamente de las tierras de Francia, así pues, más que poner fin a una guerra, el Tratado de Francfort servía para poner las bases de una supuesta paz y de una futura guerra.

            En virtud del Tratado de Fráncfort, Francia perdía las regiones de Alsacia y Lorena ricas en minas de hierro y carbón, reconocía a Guillermo I como Emperador de Alemania y, sobre todo, aceptaba el pago de una indemnización de guerra consistente en cinco mil millones de Francos Oro. Curiosamente Alemania debía ser indemnizada económicamente cuando la guerra se había desarrollado íntegramente en territorio francés con la destrucción de infraestructuras que ello implicó, Francia había perdido casi 140.000 hombres mientras que Alemanias poco más de 28.000 y además se entregaba a Alemania dos importantes regiones ricas en recursos naturales. Así pues ¿Por qué había que indemnizar económicamente a Alemania?.

            La imposición a Francia por parte de Alemania del pago de esta indemnización de cinco mil millones de Francos-Oro de 1871, que aproximadamente se corresponde a la totalidad de la actual deuda de Grecia, Chipre y Portugal juntas, no tenía por objeto cubrir ningún perjuicio y ni siquiera sacar algún beneficio, hartamente obtenido con la incorporación de las ricas regiones de Alsacia y Lorena al imperio germano, sino que el objetivo era, como posteriormente se reconoció por el propio gobierno alemán, “lastrar todo el desarrollo y poderío económico de Francia, al menos por tres generaciones”. Con sorpresa y bastante desagrado los alemanes recibieron el pago total de la indemnización en tan solo tres años y no pudieron cumplir su objetivo de hundir a Francia en la miseria.

            Cuarenta años después y con la Primera Guerra Mundial como demostración de que los malos tratados de paz aseguran futuras guerras, el Tratado de Versalles por el que se ponía fin a Gran Guerra entre Alemania y la Entente invertía la situación y era Francia, contra la opinión de sus aliados, la que forzaba a imponer a Alemania el pago de unas exorbitantes reparaciones de guerra que marcarían la trágica trayectoria del país germano y del mundo durante los siguientes años.

            Las cláusulas económicas del Tratado de Versalles imponían a Alemania, entre otras cosas, una reparación económica consistente en el pago de ciento treinta y dos mil millones de Marcos-Oro alemanes (Marcos Oro 132.000 millones) que equivalían a unos cuatrocientos cuarenta y dos mil millones de dólares actuales (Dólares 442.000 millones). Los vencedores de 1918 al igual que la Alemania de 1871 conocían perfectamente el hecho de que imponer reparaciones o indemnizaciones económicas por parte de los vencedores a los vencidos resulta absurdo ya que los vencidos no tienen con qué pagar (1). Así pues, el verdadero objeto de las reparaciones del Tratado de Versalles no era que Alemania las pagara sino que se esforzara durante años en pagarlas lastrando de esta forma la economía germana de manera definitiva apartándola de cualquier posibilidad de competir en la economía internacional.

            En la actualidad no han existido en Europa guerras recientes que hayan permitido imponer reparaciones o indemnizaciones de guerra, pero no obstante los países europeos más fuertes han seguido intentando controlar, dominar y lastrar la economía de los países europeos menos poderosos mediante los distintos tratados de adhesión a la Unión Europea primero y mediante la concesión de ayudas que se han traducido en endeudamiento después.

            Mediante los distintos tratados de adhesión a la Unión Europea suscritos por diferentes estados a partir de 1973 a los nuevos estados miembros de la entonces Comunidad Económica Europea se les imponían férreas restricciones a la producción agropecuaria, privatizaciones de empresas públicas y limitaciones a la producción industrial, todo ello para evitar la más mínima competencia a las empresas y agriculturas de los estados económicamente más fuertes. A cambio, estos nuevos miembros de la Europa comunitaria percibían unas ayudas llamadas “Fondos de Cohesión” a fin de construir infraestructuras que en muchos casos no eran ni siquiera necesarias y por tanto eran claramente prescindibles. La recepción de esos “Fondos de Cohesión” generaron la gran ilusión en los países perceptores de considerarse enormemente ricos, se lanzaron a la realización de faraónicas obras de infraestructuras acudiendo al endeudamiento exterior sin caer en la cuenta de que las obras realizadas necesitarían posteriormente de enormes sumas para su mantenimiento para lo cual deberían proceder a endeudarse aun más y así se llegó a la situación actual. Numerosos estados europeos entre los que se encuentra España tienen una enorme deuda que difícilmente podrán pagar ya que entre otras cosas los recortes y medidas antisociales que se están tomando por parte de los gobiernos solo tienden a asegurar el pago de los intereses anuales de la deuda pero no la amortización de ésta. Por su parte no resulta creíble que los estados acreedores crean seriamente que algún día podrán cobrar lo que se les debe pero mientras continúan presionando, exigiendo e imponiendo medidas son conscientes de que los estados deudores se han convertido en estados vasallos que pueden entrar en una fase de liquidación y saldo.

            Para terminar reproduzco un texto escrito a principios del Siglo XX por el economista, presidente de la A.E.G. y Ministro de Asuntos Exteriores de la República de Weimar, Walther Rathenau y que hoy, mutatis mutandi, adquiere plena actualidad y vigencia para que cada uno saque sus conclusiones:

            “Cuando existen dos naciones y una de ellas produce todo lo que necesita, mientras que la segunda de las naciones precisa de los productos de la primera (2), a la larga se establece entre ellas una relación o dependencia singular: la nación que recibe los productos tratará primero de pagarlos en géneros, pero como la otra nación no los necesita, con ello la obliga a buscar otros medios. ENTONCES SURGE LA LIMITACIÓN. Paga en géneros industriales, en hipotecas, en acciones, pero la base real de estos títulos queda siempre en el país que los ha entregado. Queda todo como antes: agricultura, ferrocarriles, industrias. Sin embargo, el otro país dispone de las propiedades del suelo, de las fábricas, de los medios de transporte, de manera que sus dirigentes deciden en lo que respecta a las colocaciones de los empleados y también a los que les corresponde aprobar o no las nuevas inversiones (3). Todos son pasos que conducen a una creciente influencia del otro país.”

            “Este fenómeno puede ser definido así: la nación más débil paga en poder (4) y la nación más poderosa se aproxima a la otra como un propietario o arrendador. En unas relaciones de tal índole, casi todos los habitantes dependen personalmente de los extranjeros.”

            ¿Reconoce el lector la limitación impuesta que existe en Grecia, Portugal, Chipre, Irlanda y España?.





















(1) Es de indicar que a esta misma conclusión debieron llegar los aliados en 1945 ya que a pesar de que la destrucción y muerte que sembró la Segunda Guerra Mundial en Europa fue infinitamente mayor que la generada por la Primera, las reparaciones de guerra impuestas a Alemania tras el conflicto fueron tan solo de veinte mil millones de Dólares (Dólares 20.000 millones).

(2) O se ve obligado a necesitarlos.

(3) Entiéndase también prestación de servicios públicos.

(4) Entiéndase también soberanía.            

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