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miércoles, 13 de noviembre de 2013

LA REGENERACIÓN DE UN PARTIDO POLÍTICO


A finales de la semana pasada saltó a los medios de comunicación la noticia de que diversas personalidades del mundo cultural y social de nuestro país entre los que destacaban el ex juez don Baltasar Garzón, el Rector de la Universidad Complutense de Madrid, don José Carrillo, y doña Pilar del Río, viuda del Premio Nobel de literatura don José Saramago, habían firmado una carta colectiva ante la próxima conferencia política del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ofreciéndose a dicho partido para regenerarlo y presentar una opción política capaz de derrotar al Partido Popular en las próximas elecciones generales.

            El hecho mismo de que el PSOE, que ha sido el partido político que más tiempo ha gobernado España desde las elecciones de 1977, necesite realizar una conferencia política o un congreso ordinario o extraordinario con la exclusiva finalidad de ver qué puede ofrecer al pueblo español para poder elaborar un programa creíble a fin de que sea mayoritariamente votado en las próximas elecciones pone de manifiesto que es un partido político en tal fase de degeneración que debería concluir no con su regeneración, que como expondremos más adelante, es imposible, sino con su desaparición.

            Normalmente una pluralidad de individuos que tienen vocación política y de servicio público y que profesan ideas iguales o semejantes suelen agruparse y constituir un partido político para difundir sus ideas y lograr el máximo apoyo posible del cuerpo electoral con el que alcanzar el poder y realizar sus ideas y proyectos. Ahora bien, cualquier partido político que concurre a numerosas elecciones y no consigue representación parlamentaria alguna puede subsistir eternamente como un partido minoritario y extraparlamentario perseverando dignamente en sus ideas, haciendo campañas de proselitismo dentro de sus limitadas posibilidades y manteniendo la unidad de sus miembros. Aunque la lógica nos indique que un partido de estas características debe desaparecer, máxime si consideramos que sufre una constante sangría de cuadros y de militantes que, por pragmatismo o por oportunismo, se recolocan en los partidos parlamentarios mayoritarios, lo cierto es que su constante crisis se debe exclusivamente a su extraparlamentarismo y este a su vez puede ser debido a numerosísimas causas la mayoría de ellas exógenas: medios propagandísticos exiguos, imposibilidad de hacerse oír ante los mensajes de los grandes partidos mediáticos, falta de asesores que proyecten una imagen atrayente para los electores, errores puntuales que se pueden cometer en las campañas electorales, desconexión con los problemas reales del país, etc. Así pues, un partido extraparlamentario que siempre está en crisis puede salir de ésta convirtiéndose en parlamentario y, por tanto, es susceptible de ser regenerado en cuanto disponga de unos líderes que lleven una adecuada gestión interna, reorganicen las estructuras del partido, reconduzcan al mismo a conectar con la realidad social y ofrezcan unas ideas y propuestas factibles de realización. A fin de cuentas, a un partido extraparlamentario que lleva en esa situación décadas se le podrá acusar de muchas cosas pero jamás de haber perdido la confianza de sus electores a causa de haber metido la mano en el erario público, haber arruinado al país o de haber elevado el interés particular de sus miembros a condición de causa política nacional. 
           
A sensu contrario, cuando un partido, que goza de tal apoyo electoral que le permite acceder al gobierno del país, pierde el poder a favor de otro partido parlamentario que le ha superado en número de votos ello puede deberse, en primer lugar, al normal desgaste que se produce en todo gobierno y cuyo fruto es la característica alternancia política de las democracias occidentales o, en segundo lugar, a que su gestión al frente del gobierno ha sido tan gravemente corrupta, nefasta y desastrosa que, ocasionando la ruina moral y/o material de millones de ciudadanos, debe congratularse de haber perdido unas elecciones en vez de haber sido arrojado del poder por un tsunami de indignación ciudadana. A este respecto es imprescindible precisar que para incurrir en una gestión pésima o corrupta no es imprescindible formar gobierno o ser el partido mayoritario en el parlamento sino que basta con, siendo un partido parlamentario minoritario, apoyar de cualquier manera, ya sea por acción u omisión, a los respectivos partidos políticos que lo forman en cualquier ámbito de las administraciones públicas sean estas locales, autonómicas o estatales. Igualmente, cuando un partido político que ha estado un tiempo prolongado en el gobierno pierde constante y sucesivamente apoyo electoral ello se debe siempre y fundamentalmente a causas endógenas que no tienen ni solución ni posibilidad de revertirse porque esa situación no es atribuible a una sola persona o circunstancia sino que es la manifestación de un fallo multiorgánico de todas las estructuras del partido. A una situación así se llega porque el liderazgo incurre en el error de no haber sabido elegir adecuadamente al equipo que desempeñó las tareas de gobierno, porque los cuadros intermedios están más preocupados en “adular al jefe” para seguir saliendo en la foto o en “moverle la silla” para sentarse ellos que en auxiliarle, porque las ideas fundamentales del partido se confunden y se diluyen inspirando unos programas que muestran la total ausencia de un saber querer y porque, finalmente, la militancia de base, al igual que los espectadores del circo romano, está más dispuesta a levantar el pulgar si las cosas van bien y a ponerlo bocabajo si las cosas van mal que a hacer una crítica constructiva de lo que ocurre en el seno del partido cuando aún todo parece marchar sobre ruedas.

            Esta última es, precisamente, la situación en la que se encuentra actualmente el Partido Socialista Obrero Español por lo que la carta colectiva a la que hacíamos referencia al principio del presente escrito no es realista ya que la regeneración de este partido es imposible. El Partido Socialista Obrero Español en los veintiuno años que ha estado en el gobierno de España (catorce de Felipe González y siete de Rodríguez Zapatero) ha cosechado más fracasos que éxitos y siempre ha dejado al país en una posición ideal para que, seguidamente, la derecha económica representada por el Partido Popular justificara el empobrecimiento de los ciudadanos creando imaginarias burbujas mortales que solo beneficiaban a los que más poder adquisitivo tenían o eliminando y recortando derechos y prestaciones sociales imprescindibles para los menos favorecidos. No cabe duda que la situación que hoy  padece el PSOE también se reproducirá en un futuro en el PP porque estos dos partidos han cometido, en el tiempo que han ejercido el gobierno, los mismos errores: han desarrollado siempre una política a corto plazo, favorable a sus respectivas internacionales (socialdemócrata o democratacristiana), y a sus respectivos jerarcas (llamados “barones”); pero jamás han llevado a cabo una política de estado abocando a España a un claro y manifiesto retroceso político y social que si hoy tan solo se puede adivinar es seguro que en los próximos veinticinco años se podrá visualizar.

            El PSOE podrá volver a ganar unas elecciones, de eso no cabe duda, pero no será porque se haya regenerado cambiando a mejor ni por méritos propios sino que de ganarlas, las ganará igual que las ganó el Partido Popular en 1996 y 2011; por deméritos ajenos y cada vez con menos apoyo social y electoral.

            Pretender regenerar cualquier partido político que ha estado en el poder o sus aledaños durante un prolongado periodo de tiempo y que desde el mismo ha provocado o favorecido problemas políticos y sociales a los ciudadanos es pretender cambiarlo todo para que todo permanezca igual, es querer lavar la cara para tener una nueva oportunidad de retornar al poder y volverlo a hacer mal o incluso peor. Un partido político que hace eso no puede ser regenerado ni desde dentro ni desde fuera porque lo único que puede hacer es depurar responsabilidades ante los ciudadanos que han sufrido su mal gobierno y luego, si aun conserva un escrúpulo de decencia, disolverse.

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