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miércoles, 12 de octubre de 2016

ENTREVISTA A DON CARLOS JAVIER DE BORBÓN PARMA EN LA VANGUARDIA



Victor Lamela 

Tengo 46 años. Nací en Holanda (por culpa de Franco, o hubiese nacido en España), y allí vivo. Promuevo acuerdos de economía sostenible. Estoy casado y tengo tres hijos, Luisa Irene (4), Cecilia María (3) y Carlos Enrique (6 meses). Soy carlista y ecologista. Soy católico practicante

Príncipe

El príncipe Carlos Javier es para los carlistas el heredero dinástico de una causa que encendió tres guerras civiles durante nuestro siglo XIX y que latía en el sangriento epílogo de 1936. El príncipe Carlos Javier es un europeísta políglota –habla castellano, francés, neerlandés, inglés, alemán e italiano– pionero en la defensa de la economía sostenible en Europa y muñidorde grandes acuerdosen este ámbito. Fiel a los ideales de sus antepasados y a los valores del carlismo popular (religioso, monárquico, foralista, confederalista y social), hay quien me apunta que sus lúcidas aportaciones le invisten como candidato a ocupar algún día la presidencia de Europa.

Quiere ser rey?

¿Qué le respondió mi padre cuándo se lo preguntó aquí hace once años?

“No es prioridad”, me dijo Carlos Hugo.

Y añadió: “Soy legatario de unos derechos históricos que no abandono..., pero la prioridad son siempre las libertades de los pueblos”, ¿verdad?

Sí, eso me dijo.

Pues yo coincido con él: aprovecho mi posición como príncipe para ayudar a mejorar el bien común, el bienestar de los pueblos.

No entrevisto a un príncipe todos los días..

Fallecido mi padre, hace seis años, hoy soy jefe de la casa Borbón-Parma, y heredero dinástico de la legitimidad carlista.

El jefe de otra casa de su familia es hoy el rey de España...

Felipe VI, sí.

¿Qué tal se llevan ustedes dos?

Muy bien. No planteo pleito. Su padre pilotó la transición democrática, un anhelo que mi padre compartía, y ambos se respetaban.

¿Quedan aún carlistas por aquí?

En España siempre mucha gente me comenta su afecto por el carlismo, por vínculos familiares, es un movimiento de fondo popular. ¡Por algo he venido ahora a Barcelona!

¿Para qué?

Para presentar al pueblo carlista a mi hijo recién nacido, Carlos Enrique: él será un día mi sucesor y heredero de la causa y los valores del carlismo.

¿Qué valores son los del carlismo?

Libertades individuales y justicia social, confederalismo y democracia. ¡Y democracia no es sólo votar: es participar! El poder es del pueblo, emana desde abajo y se delega arriba: lo contrario no es democracia.
 
¿Y lo de “Dios, patria, rey”?

El anticlericalismo liberal del siglo XIX benefició a minorías burguesas, pero dañó a los humildes, y el carlismo reaccionó. Hoy nos inspira el catolicismo del papa Francisco, comprometido con la sostenibilidad.

Patria.

Alude a los fueros, a las leyes del pueblo soberano: el carlismo tiene un ideario foralista y confederalista.

¿El pueblo catalán es soberano, pues?

No quiero interferir en la política española.

Insisto en conocer la visión carlista de esta cuestión.

Con el sistema foral y federal carlista, no estaríamos en este punto de confrontación.

¿Seguro?

España no es una, sino plural. Nuestras Españas, cada una con su identidad singular: un rey carlista quiere serlo de las Españas.

Pero... ¿para qué sirve un rey, hoy?

Es muy útil como símbolo identitario y sirve como fusible último de una democracia: puede alertar de su perversión.

¿España es hoy jacobina?

Napoleón Bonaparte trajo a España el Estado centralista. ¡Y el centralismo es siempre un error! El poder de una calle debe ser de sus vecinos, e ir uniéndonos todos –de abajo arriba– hasta gestionar Europa.

¿Franco fue bonapartista, entonces?

Centralizó todo el poder: Franco expulsó de España a mi abuelo, Javier, porque se oponía a su decreto de unificación de carlistas y falangistas. Y en 1969 expulsó a mi padre, Carlos Hugo, tras nombrar su sucesor a Juan Carlos a título de rey.

¿Su padre y su abuelo fueron antifranquistas?

Claro, y a Franco le inquietaba el carlismo, por ser un movimiento popular. Mi padre, en 1976, me hizo venir a conocer España, acompañado por mi institutriz vasca..., y la Guardia Civil me detuvo en el aeropuerto.

¿Y eso?

Los franquistas aún mandaban mucho, organizaron la masacre contra el carlismo en Montejurra... “¿Teme el régimen a un niño de siete años?”, publicó la prensa, y me soltaron. Mi abuelo ya me había contado cómo Franco deseó que Hitler le matase...

¿Sí?

Resistente en Francia, mi abuelo fue enviado al campo nazi de Dachau, y Franco se encogió de hombros cuando Hitler le preguntó qué debía hacer con él. Un día le pregunté a mi abuelo si Dachau no destruyó su fe en la humanidad... “¡Al contrario!”, me dijo.

¿Por qué?

“Cada día presencié actos de heroísmo, los presos se ayudaban pese a la amenaza de ser ejecutados: ¡mi fe en la humanidad creció!” Yo he heredado esa confianza de mi abuelo.

¿Y a qué se dedica usted?

Fomento la economía circular, sostenible. Se trata de producir riqueza sin menoscabar el medio ambiente y la justicia social. La Tierra es sólo una y de todos, y es muy injusto que una minoría abusiva se enriquezca en perjuicio del bienestar de la mayoría.

Suena muy carlista...

Hemos sido muy inconscientes, pero hoy sabemos que podemos minimizar daños. No soportaría que un día mi hijo me afease: “Conocíais los peligros, ¿y no hicisteis nada, papá?” Por eso reúno a sectores empresariales, sociales, políticos, legislativos...: ya hemos conseguido acordar que toda la energía de Holanda sea renovable en el año 2090.

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