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lunes, 24 de julio de 2017

POLÍTICA DE PÓKER




En nuestro pobre y maltratado país no deja de ser noticia de apertura de telenoticias o de primera página de periódicos la cuestión suscitada en Cataluña al respecto de la independencia y del referéndum convocado para el próximo 1 de Octubre del presenta año 2017 (1). Se critica y se ataca al presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, porque en las últimas semanas ha cesado a distintos consejeros que mostraban dudas al respecto de la celebración unilateral del referéndum, al mismo tiempo que determinados líderes de las emergentes formaciones políticas se han apuntado a la cuestión hablando mucho y no diciendo nada. Tal es el caso de don Pablo Iglesias que, una vez más, se ha cubierto de gloria afirmando que "apoyaría un referéndum con garantías pero no el planteado por el gobierno de la Generalitat por carecer de las mismas" (2).

            Es lógico, comprensible y muy acorde con la finalidad perseguida que un líder político que, como es el caso de Carles Puigdemont , ha decidido "seguir el camino que dicta la providencia con la seguridad de un sonámbulo" no admita oposición alguna y cese fulminantemente a todos los que planteen dudas sobre "la victoria final" del proceso soberanista. Lo que no es lógico, ni comprensible, ni aceptable es que los que ahora critican tal actitud hayan sido, durante los últimos cuarenta años, los que se han mostrado apaciguadores primero y contemporizadores después con esos iluminados que han estado gobernando en Cataluña para mayor beneficio de sus particulares bolsillos.

            En realidad, tanto cese y reafirmación en el proceso soberanista que hacen las distintas fuerzas políticas independentistas catalanas y especialmente el President de la Generalitat así como las afirmaciones y protestas de afirmación nacional que hace el Presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, no son más que gestos propios de tahúres de timba de póker celebrada en la trastienda de un "Saloon" del "Far West" que, careciendo de jugada, van de farol .

            El gobierno del señor Puigdemont, así como los grupos políticos que lo apoyan, se empeña en hacer un referéndum sobre la independencia de Cataluña que ni puede convocar legalmente ni le van a autorizar a que lo haga. Entonces, ¿Por qué ese empeño en realizar un referéndum cuando además son mayoría absoluta en el Parlamento Catalán y podrían declarar unilateralmente la independencia?. Si el referéndum convocado para el próximo 1 de Octubre de 2017 va camino de convertirse en otra consulta como la realizada el 9 de Noviembre de 2014 que dio los resultados que dio con una rotunda victoria del Sí-Sí a favor de la independencia, ¿Por qué no hacer valer esos resultados y justificar en ellos esa declaración unilateral de independencia?.  Las respuestas a estas preguntas, no pueden ser más sencillas: la casta política catalana no tiene la intención de declarar unilateralmente la independencia porque no desea hacerse responsable de nada de lo que pueda ocurrir; no desea hacerse responsable de cuáles puedan ser las siguientes acciones a realizar ni quiere hacerse responsable de la posible e hipotética crisis económica en la que se sumiría una Cataluña independiente durante varios años con una gran pérdida de poder adquisitivo de la población catalana. Dicho de otro modo, la casta política catalana se ha encumbrado y ha vivido durante años a base de generar un problema que no existía y ahora no quiere hacerse responsable de las consecuencias que se pueden derivar del mismo, trasladando la responsabilidad al pueblo catalán, que les daría una especie de mandato ejecutivo expresado en un referéndum para proceder a la secesión,  permitiéndoles así escudarse en la excusa de ser simples ejecutores de la voluntad popular en el caso de que, luego, las cosas vinieran mal dadas.

            Por su parte, el Gobierno central, hoy presidido por Mariano Rajoy, viene a hacer lo mismo: no reconoce ninguna responsabilidad en la generación del problema, que viene de los tiempos del apaciguamiento y la contemporización con el nacionalismo catalán durante la llamada Transición, se ampara en una legalidad que claramente ha sido desbordada, mantiene una política de declaraciones rimbombantes y de apelaciones a "lo que nos une" carente de la más mínima sustancia y reitera su negativa a la celebración de cualquier referéndum y a la aceptación de cualquier secesión de una parte del estado. Ahora bien, se necesita ser muy estúpido para no ver que más allá de la saliva que se gasta en tales declaraciones, afirmaciones y negaciones no hay nada. El gobierno central podrá entorpecer la celebración de un referéndum, podrá no dar validez legal a las consultas que se hagan, pero no puede ir más allá. Estando las cosas como están y siendo la realidad social y sociológica española la que es, el gobierno central, lo presida Mariano Rajoy o cualquier otro, no puede hacer nada para impedir la secesión de una parte del territorio porque toda acción encaminada a ello, por muy legal que fuera, podría conllevar en último término una acción de fuerza que la sociedad española ni apoyaría ni aceptaría.

            Puigdemont y Rajoy, la Generalitat y el Gobierno Central, son los dos jugadores de esta partida de póker en la que ambos van de farol, llevando a Cataluña y al resto de España a un callejón sin salida donde ni hay voluntad de ir para adelante ni posibilidad de ir hacia atrás. La casta política autóctona de Cataluña y la casta política del resto de España son parte del problema y no de la solución, la primera ha ido generando durante años una brecha entre los catalanes y el resto de los españoles mientras que los segundos permitían alegre e irresponsablemente que dicha brecha se abriese, y todo ello para beneficio de sus propios intereses particulares.

            Aunque insistan en hacernos creer que el problema es que Cataluña desee independizarse, realmente ese no es el problema de hoy, ese fue el problema de ayer. El problema de hoy, es plantearse seriamente si se dan las condiciones sociológicas imprescindibles para que España continúe existiendo como estado y en caso contrario, plantearse que se puede hacer para fomentar esas condiciones o como afrontar nuestra disolución degenerativa como país; el problema de hoy, consiste en estudiar cómo se cierra la profunda brecha abierta por la casta política entre los ciudadanos catalanes y el resto de los ciudadanos españoles que es lo que subyace a todo deseo de ruptura. Nos encontramos en un momento político en el que sobran los aventureros, tahúres, iluminados y mercachifles que han marcado nuestra política hasta ahora y faltan los grandes hombres de estado que sean capaces de enfrentarse con inteligencia y decisión a esta cruda realidad política que cualquier estado puede padecer suponiéndole su hora más oscura, siendo precisamente en estos momentos decisivos donde se revela el carácter de los grandes pueblos.



           













(1) Desde luego los que eligen las fechas de los referenda no pueden ser más democráticamente desafortunados: 9 de Noviembre de 2014 aniversario del Pustch de Múnich, 1 de Octubre de 2017 aniversario de la exaltación de Francisco Franco como Jefe del Estado.

(2) El Sr. Iglesias parece no enterarse que un referéndum como el que él desea y que, sin ningún género de dudas, sería el deseable solo puede ser convocado por el Estado y el gobierno ya ha dejado claro que no lo va a convocar. Así pues, las declaraciones del líder de PODEMOS no dejan de ser un brindis al sol, un "sí pero no", un "ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario"...


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo: Rajoy ya está haciendo el ridículo y los catalanes lo harán en breve. Ahora bien, dos apuntes. El primero, y más importante, creo, el riesgo de que haya disturbios y se dé la desgracia de aparecer algún muerto. Ir “de farol” y que haya muertos no les debería salir gratis a los dirigentes catalanes. El segundo acerca de su último párrafo. Viendo como está el corral, yo, personalmente me abstendría el plantear si España puede continuar bajo estos esquemas. Me parecería muy fuerte plantear eso ahora. ¿Es el momento adecuado por “como está el corral”? Quizá se pueda, y deba, hacerse esa lectura, pero, servidor, prefiere apuntarse a aquello de que nobleza obliga y no voy a hacer ganancia de río revuelto. También es posible que yo sea excesivamente idealista (esperando el momento adecuado).

Saludos,

Chouan dijo...

La posibilidad de que existan disturbios con cualquier tipo de daños personales no les deberia salir gratis ni a los politicos catalanes, ni a los demas politicos, ni tampoco a los que cumplen las ordenes de estos. Llegar a tal extremo es un fracaso de todo un regimen y de sus instituciones

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